Relatos e imaginarios de lo indígena en el siglo XIX y XX
Al analizar el trato a los fueguinos a través de este expediente judicial, se puede observar cómo las representaciones de pueblos indígenas despojados de humanidad y cercanos a la naturaleza sirvieron de justificación para las matanzas y vejámenes.
El siglo XV instauró un régimen de expansión colonial asociado a transformaciones tecnológicas, cambios sociales y políticos, en que Europa se erigió como cúspide civilizatoria en oposición a otros pueblos denominados como 'salvajes'. El imaginario del 'indio' fue conceptualizado por el antropólogo mexicano Bonfil Batalla:
"El reflejo extremo de la situación de dominación colonial a la que ha estado sometido un determinado grupo humano (…). Ser indio refleja una condición de subordinación y negación de un grupo humano frente a otro que se autoconstruye y erige como superior" (En Cepal, 2000: 11).
Esta jerarquización se reforzó con el pensamiento evolucionista que definió en 1877 el antropólogo Lewis Morgan con la publicación de Ancient Society. En el texto distinguió tres fases de la humanidad: salvajismo, barbarie y civilización, que coincidían con determinadas áreas geográficas.
Instauración de estados nación: homogenización cultural
En la construcción del Estado- nación a inicios del siglo XX, se transmitió un programa ideológico y discursivo acerca de qué era ser "civilizado", en él se situó a los pueblos indígenas como un "otro", simbólicamente integrado, pero excluido en la práctica (Cepal, 200: 12).
Este proyecto hegemónico se sustentó en las elites y grupos de poder, quienes a través de argumentos etnocentristas construyeron la imagen del indígena como un bárbaro (Bello, 2011: 2).
Los Estados buscaron una homogenización de lo que llamaron "identidad nacional", nacida del orden impuesto durante la colonia, y relacionada con hombres blancos educados y con la capacidad de apropiarse de medios de producción. La idea era desaparecer de las tierras esos otros "incivilizados" para poblarla con aquellos afines a la imagen del Estado-nación emergente.
En el sumario esta idea aparece frecuentemente, pues los indígenas rompían cercos para desplazarse y obtener ovejas. La reacción de los pobladores recién llegados fue organizar persecuciones para eliminarlos de sus propiedades:
"Mandó varias veces expediciones al interior de la misma estancia con el fin de limpiar el campo ahuyentando a los indios ladrones…" (Antonio Aedo, Sumario, 1895: fj. 233-234v).
Así, la soberanía se fundó sobre la negación de la existencia de los pueblos originarios y la apropiación de espacios a favor de la consolidación de un territorio nacional, mediante concesiones para la ocupación del extremo austral (Verdad histórica y nuevo trato, 2002: 487).
A mediados del siglo XX se inició la creación de políticas específicas para asimilar e integrar a estas poblaciones a una ciudadanía "universal", que les impuso renunciar a su condición étnica para asumir un modelo hegemónico cultural (Verdad histórica y nuevo trato, 2002).
Continuidad de los relatos
Los indígenas fueguinos fueron aniquilados y a sus pocos descendientes se les forzó a "integrarse" a la sociedad occidental en condiciones de pobreza, desarraigo y pérdida de vínculos con sus tradiciones culturales.
Surgieron nuevas modalidades de explotación como el endeudamiento, el despojo de tierras, los intercambios asimétricos y la inducción al alcoholismo, consecuencia de condiciones históricas de dominio colonial y subordinación (Bartolomé, 2003: 168).
Hacia 1970 se comenzó a hablar de la "extinción" de los pueblos fueguinos a través de un relato que define lo identitario con relación a lo biológico, sin considerar la descendencia, el territorio, las prácticas y la adscripción a una cultura:
"El concepto de 'pureza' versus el de 'mestizaje' cobró relevancia como categoría externa; el discurso habitual hacia 1990 giraba en torno a la desaparición total de los 'indígenas puros', representados en la persona de algún anciano de las propias comunidades" (Aguilera, 2012: 168).
Esta concepción se contrapone a la definición de identidad del antropólogo Peter Wade donde el concepto cobra significado a partir de las interacciones, donde los relatos están en constante cambio o continuidad y que se refuerza con cada identificación (2002: 255).
En pueblos considerados 'aculturados' o 'extinguidos' existen casos de descendientes que han reclamado su derecho a identificación o que comenzaron a recuperar tradiciones. Este proceso de actualización constituye la re-indigenización, entendida como un lugar para nuevas reflexiones de descendientes de distintas etnias (Bartolomé, 2003: 175).
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- Bibliografía