Más allá de la disputa por hacerse de nuevos territorios, controlar rutas estratégicas y ampliar su influencia, entre los siglos XVIII y XIX las grandes potencias europeas se jugaron su poderío también en el adelanto de la ciencia y la técnica. Imbuidos del espíritu ilustrado, países como Inglaterra, Francia y España impulsaron una serie de expediciones científicas a lo largo y ancho del globo, con el objetivo de realizar estudios de diversa índole: geografía, cartografía, botánica, zoología, antropología, meteorología, astronomía e hidrología, entre otras disciplinas.
Una de estas misiones fue la que comandó entre 1837 y 1840 el oficial naval, geógrafo y recolector botánico francés Jules S. C. Dumont d’Urville (1790-1842). La expedición, ordenada directamente por el rey Luis Felipe, tenía como propósito reconocer el hasta entonces inexplorado Polo Sur, estudiar los mares antárticos y luego recorrer las islas de Oceanía. Con todo, su propósito no se restringía exclusivamente al progreso de las ciencias naturales y de las otras ramas del saber: también albergaba pretensiones políticas, estratégicas y comerciales.
En su ruta hacia el continente antártico, la misión –integrada por más de doscientos hombres a bordo de las corbetas Astrolabe y Zélée– se detuvo por varios días en el estrecho de Magallanes. Allí se aprovisionaron de agua y madera, hicieron mediciones, recolectaron muestras botánicas y sostuvieron un encuentro con la hoy desaparecida etnia aónikenk en las cercanías de puerto Peckett. Fueron cinco días de convivencia amistosa, durante los cuales los expedicionarios pudieron conocer el modo de vida, costumbres y cosmovisión de este pueblo, que había adquirido ribetes míticos desde su primer contacto con los europeos en el siglo XVI –cuando se los bautizó como «gigantes patagones», debido a su elevada estatura–.
El relato del periplo y los resultados de los trabajos científicos quedaron registrados en la obra Viaje al Polo Sur y a Oceanía en las corbetas L’Astrolabe y La Zélée, ejecutado por orden del Rey durante los años 1837, 1838, 1839 y 1840. De esta extensa obra, editada y publicada en París entre 1841 y 1856, el Museo Regional de Magallanes conserva dos atlas ilustrados, además de la historia del viaje redactada por el propio comandante Dumont d’Urville.
Los capítulos IV al IX de dicha obra están consagrados al paso de las corbetas por el estrecho de Magallanes y a la estadía de la escuadrilla francesa en la Patagonia. En sus páginas no solo se describe la geografía de estos territorios, sino también la vida, costumbres y cultura de los patagones, que los expedicionarios conocieron de primera mano y retrataron en bellas y detalladas ilustraciones. Se trata de un registro de incalculable valor patrimonial, que ha servido desde entonces como fuente para el estudio etnográfico de una de las naciones indígenas que habitó el extremo austral de América desde tiempos prehispánicos.
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