La Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, de clima y paisajes sobrecogedores, ha inspirado el trabajo de varios de los grandes escritores nacionales. Tal es el caso de Gabriela Mistral (1889-1957) y el de Julio Munizaga Ossandón (1888-1924), a quienes –aun siendo forasteros– se los ha considerado como precursores de la literatura magallánica, pues gran parte de su obra se gestó en estas tierras.
Tendrían que pasar todavía algunas décadas antes de que se escuchara la voz de José Grimaldi Acotto (1911-1992), un descendiente de italianos cuyo nombre quedaría inscrito en la historia como «el primer poeta nacido y desarrollado netamente en la región». Dueño de un espíritu libre e inquieto, gran conversador y promotor infatigable de la cultura magallánica, sus versos de sensibilidad popular calaron hondo en la comunidad, llegando a convertirse en un emblema de la identidad local.
Literatura simple y pintoresca
Las decenas de poemas que publicó a partir de la década de 1930 –en poemarios como Humo azul (1933), Puñado de estrellas (1936) y Copos (1937)– están atravesados por la autobiografía: la familia, la infancia, las amistades, la bohemia, los parajes patagónicos y la epopeya de habitarlos son algunos de sus tópicos más recurrentes.
Parte importante de su obra está dedicada a exaltar los oficios típicos de estas tierras, a menudo ejercidos de forma solitaria y anónima. Ejemplo de ello es su pieza más célebre, «El ovejero de mi tierra», poema que el autor compuso en 1934 como homenaje al trabajador de las estancias magallánicas. La popularidad de estos versos fue tal, que –además de ser recitados por décadas en las escuelas de la región– sirvieron de inspiración para el que, a la larga, se convertiría en uno de los principales íconos urbanos de Punta Arenas: el Monumento al Ovejero.
Pese al reconocimiento popular –reflejado de manera contundente en su multitudinario funeral–, la obra de Grimaldi no ha despertado la misma recepción entre la crítica y el mundo académico. El poeta y narrador magallánico Pavel Oyarzún, por ejemplo, la califica de «una literatura un tanto ingenua, de escaso valor literario», mientras que el doctor en Literatura Iván Carrasco se refiere a ella como una expresión de estilo menos refinado, asociada a la tradición de lo pintoresco y lo reiterativo.
Desde la vereda opuesta, sin embargo, el propio Grimaldi explicaba lo suyo como una actividad instintiva: «No decidí ser poeta», aseguraba. «Me brotan los versos como cae el agua de un manantial». Fiel a esa vocación espontánea, en sus versos buscaba plasmar los hechos cotidianos valiéndose de un lenguaje simple, directo y campechano, a través del cual los lectores pudieran sentirse representados.
La Sala José Grimaldi del Museo Regional de Magallanes
En vida, el poeta decidió legar al Museo Regional de Magallanes sus más preciadas pertenencias, donación que se materializó el 21 de febrero de 1985 y que dio origen a la Sala José Grimaldi. Allí se conservan la biblioteca del autor (compuesta por 1665 títulos) y su archivo personal, donde se reúnen decenas de manuscritos y fotografías que testimonian su labor poética y su paso por las tablas. Además, en el lugar los visitantes pueden apreciar diversos objetos del poeta, como su escritorio y el sinnúmero de certificados, diplomas y medallas obtenidos por su mérito literario.
Sobre la actual sala, el propio Grimaldi advirtió el día de su inauguración: «Nadie busque en ella grandes glorias ni magnificencias. Lo que sí todo el mundo podrá encontrar será el deseo del hombre que se reconcentra buscando paz en el estudio y el silencio».
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