Desarrollada en el extremo austral americano desde fines del siglo XVIII por marineros ingleses y estadounidenses, la caza de lobos marinos se convirtió hacia 1860 en una de las principales actividades económicas de Magallanes. Desde entonces y hasta principios del siglo XX, decenas de embarcaciones puntarenenses surcaron regularmente los canales del archipiélago patagónico y fueguino en busca de lobos finos o de dos pelos (Arctocephalus australis), de los cuales obtenían pieles altamente cotizadas en los mercados internacionales.
Si bien llegó a representar más de un 60 % de las exportaciones del territorio en 1874, la importancia de la caza de otáridos para la sociedad austral desborda lo económico. La cultura de los loberos -cuyas prolongadas expediciones a los más inaccesibles y secretos rincones del paisaje insular magallánico requerían de un profundo conocimiento del oficio y del territorio- despertó la curiosidad y la fantasía de muchos, sirviendo como fuente de relatos y personajes esenciales del imaginario patagónico tradicional.
El Museo Regional de Magallanes atesora el único diario de navegación de una embarcación lobera puntarenense del que se tenga noticia hasta la fecha. Se trata del diario de la goleta Anita, propiedad del portugués José Nogueira, cuyo registro abarca las incursiones cinegéticas efectuadas entre 1875 y 1878 en el área archipielágica occidental de Patagonia. A través de sus páginas es posible conocer -desde la óptica de sus protagonistas- los diversos aspectos de la actividad: sus derroteros secretos, la logística de las expediciones, los rigores y peligros de las faenas y las ocupaciones complementarias que acostumbraban desarrollar durante las travesías (como el raqueo y el trueque con los aborígenes), además de una serie de antecedentes -personajes, toponimia e hidronimia, condiciones climáticas- poco estudiados hasta ahora.
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