El diccionario de la Real Academia Española define el término boleadora como «instrumento compuesto de dos o tres bolas de piedra u otra materia pesada, forradas de cuero y sujetas con sendas guascas, que se arroja a las patas o al pescuezo de los animales para aprehenderlos». Más allá de las variaciones materiales que pueda presentar, la gran ventaja de este aparejo respecto de otros sistemas de caza radica en su efectividad para aprisionar al animal sin matarlo: en este sentido, constituye una herramienta privilegiada de control, aproximación y conocimiento de la fauna, de gran importancia dentro de la transición hacia la domesticación.
En la Patagonia austral, específicamente,la boleadora parece haber sido utilizada como herramienta de caza durante el Holoceno Medio y luego reemplazada en el Holoceno Tardío por flechas o dardos. Ya en tiempos poscolombinos, la adquisición del caballo por parte de los patagones habría propiciado su resurgimiento, ante la necesidad de contar con un arma que pudiera operarse con una sola mano.
Para la confección de las bolas ranuradas se emplearon rocas de origen glacial, muy abundantes en toda la región esteparia. El núcleo original era desbastado por percusión y abrasión, hasta conseguir una forma perfectamente redondeada en el caso de las bolas esféricas. Posteriormente se labraba el surco perimetral con alguna lasca o buril, luego de lo cual se aplicaban determinadas técnicas de acabado. En algunos casos, se las pintaba de rojo para recuperarlas en el campo o se las bruñía de tal modo que se notaran por su brillo.
No son pocos los viajeros que, de paso por la región entre los siglos XVIII y XX, registraron sus observaciones sobre la construcción y modos de uso de las boleadoras: sus testimonios nos permiten conocer la pericia con que los aborígenes de la Patagonia fabricaban y manejaban estos implementos, ajustando la estructura, dimensiones, materialidad y técnica de caza a la naturaleza de la presa. De esta forma, podían capturar guanacos -uno de los alimentos preferidos de los cazadores nómadas patagónicos-, ñandúes y caballos, además de pumas y huemules en el interior y lobos marinos en la costa.
El Museo Regional de Magallanes alberga tres boleadoras completas de procedencia desconocida, con sus lazos y envoltorios de cuero, y los pesos respectivos al interior. Además, se conserva una veintena de bolas con y sin surco, recolectadas por habitantes de la zona en los abundantes sitios arqueológicos de los alrededores de la bahía Posesión, costa nororiental del estrecho de Magallanes. El conjunto permite aproximarse a la historia, cultura y tecnología de este antiguo sistema de caza tradicionalmente identificado con la Patagonia.
Descarga el artículo completo "Antigüedad, modos de uso y fabricación de bolas y boleadoras en Patagonia Austral. Consideraciones a partir de una colección del Museo Regional de Magallanes", por Alfredo Prieto.